El cielo personal de Juan Soto


Juan José Soto

CENIZA DE ALAS. Reseña del poemario Cielo exhausto (Editorial Apogeo, 2024), de Juan José Soto.

Escribe: Óscar Pirot

Más de una década ha transcurrido desde que por primera vez tuve contacto con la poesía de Juan José Soto (Lima, 1965). Concretamente, Palabra sobre los abismos (2005) y Airado verbo (2008) fueron en su momento las obras con las que me acerqué a una poesía tan órfica como palpable: cercanía y simbolismo trenzados en un mismo fuego vocal. Si ya William Blake advertía de que la “eternidad está enamorada de las obras del tiempo”, no es menos cierto que dicha eternidad a veces se funda en una breve raíz, la raíz del instante poético.

Con una luminosa trayectoria que se remonta a más de treinta años con la aparición de su primer poemario, Cárcel de mi ojo (1994), Soto nos convida de una de las voces más sui generis y vinculantes dentro del espectro de la poesía peruana de transición de siglo. Su cronología escritural nos permite así confirmar una obra marcada por la meditación sígnica y la concentración del oficio verbal, una tinta que, como bien apunta Miguel Ildefonso, no solo bebe de la “metafísica de Martín Adán”, sino que rezuma una suerte de “archipiélago de espejos” en donde late una conciencia de época.

Aunada a dicha dedicación ontológica, esta nueva entrega deslumbra por su quehacer sensitivo y por su cristalización lingüística, piezas que operan de manera conjunta para sumergirnos en un aliento testimonial sobre el detritus de la existencia humana. Los aspectos intertextuales –esa “zona de vestíbulo” a la que Borges y Genette se referían como el umbral de cualquier creación– que presentan estas páginas, tales como las sugerentes ilustraciones que acompañan al libro o el epígrafe de Raúl Zurita, guían nuestra mirada hacia una perspectiva de múltiples ópticas conviviendo en el mismo lienzo escritural. La arquitectura interior de la obra, compuesta por dieciocho poemas expuestos en dos secciones –Cielo exhausto y Tiempos del fuego –, hace las veces de un díptico en donde lo bélico y la taumaturgia se mezclan entre sí.

De este modo, Cielo exhausto se presenta ante los ojos del lector como una liturgia personal en la que se transpira un imaginario transhumanista que seduce tanto por sus códigos estéticos como por su cosmos verbal. Ya desde el propio título del libro se adivina una cosmogonía que deja entrever la imagen del vértigo y del descenso, una tela que se despliega como uno de los hilos conductores enhebrados desde los primeros versos:

Es un puente

       en caída libre

          la humanidad

Un cielo exhausto

Con alas apenas

Cielo exhausto (Editorial Apogeo, 2024).

Con este comienzo, Soto inaugura una morfología del tema de la caída en la que las figuras de Ícaro y Faetón husmean de manera íntima. A lo largo del libro, la presencia de criaturas aladas irá sembrando un “suspense” en el que no es arriesgado intuir una mitología de la posmodernidad:

En el muelle

Una extraña especie despliega sus alas

Saca una tablet (no hay conexión disponible)

La arroja al mar

***

Desde las costas del planeta

Hombres al borde de los acantilados

Planean con sus alas mecánicas

         sobre fósiles de besos

La presencia de esos cyborgs con órganos biomecánicos refuerza la idea de un transhumanismo que discurre a modo de subtexto. En esta anatomía híbrida, el espacio sensorial también ofrece guiños de un multiverso: “Los amantes / dos hologramas abrazados remotamente”. Este delicado sincretismo tecnológico se verá exquisitamente contrastado con la irrupción de imágenes oníricas:

La noche de ojos rasgados

           desciende sobre los cuerpos

                                    unos contra otros

                                   en fosas de ciega luz

La plasticidad con la que los versos estallan en la página ha acompañado la trayectoria de nuestro poeta. En ese sentido, Víctor Coral afirma que en la obra de Soto descubrimos textos “cuya intensidad tiene el raro pathos de conmover con abstracciones” y de “develar con explosiones las profundidades del ser”. Voces como las de Carmen Ollé o Paul Guillén también han puesto énfasis en el peso simbólico (eros y tánatos) que se aprecia en el rastro poético de Soto.

En Cielo exhausto el lenguaje traza un radar de campos semánticos vinculados con el modus operandi de la cotidianeidad virtual. En esa línea, vocablos como trending topic, fake news, tablet, chat, ChatGPT, chatbots o enter ensayan un contrapunto con la potencia visual de la voz. 

Brotado desde un caleidoscopio en continuo movimiento, Cielo exhausto se configura como un testigo presencial que apunta hacia una alegoría de la destrucción, del fulgor onírico, de la desesperanza, del erotismo, de lo bélico y de la fusión con la otredad, entre otras aristas. Por momentos, nos situamos ante una especie de necrópolis y de panteísmo textual, mientras que en otros asistimos a la incandescencia de lo femenino (encarnada en amantes o en la diosa compasiva Kuan Yin), ingredientes con los que el poemario convierte su aliento en una partitura inmóvil o en una pintura en movimiento.

La tinta que late en estas páginas es un vuelo ígneo, una caída detenida por la fricción de fuego verbal que permite hallar refugio bajo un cielo inflamable. Brotada desde esa ceniza de alas, la voz poética de Soto desdice los augurios de la oscuridad para deletrear la luz de un silencio casi a punto de pronunciarse…  ■

Madrid, mayo de 2024

*Este texto se publicó como epílogo del poemario Cielo exhausto (Editorial Apogeo, 2024).

Óscar Pirot (Ciudad de México, 1979)

Doctor en Literatura Hispanoamericana por la Universidad Complutense de Madrid. Miembro cofundador del colectivo itinerante de poesía Lavarca ebria. Es autor de los poemarios Memoria del agua (Amarillo, México, 2005), Bestimenta (Papel de fumar, Madrid, 2011), Esto no es Berlín, (Madrid, 2016),  Luz anfibia (Amargord, Madrid, 2012) por el que recibió la Mención Especial en el Premio de Poesía Complutense, El ejército ha huido (Tigres de Papel, Madrid, 2019) y Quarks (Editorial Ultramarina, Madrid, 2023).

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