El ingenio para resolver un asunto doméstico fue el punto de partida para un exitoso emprendimiento personal. En 1980 Norma Vásquez Goin era ama de casa a tiempo completo y tenía un serio problema: sus tres pequeños hijos se resistían a comer verduras. Hoy en día existen en Internet decenas de páginas con pediatras pacientes y bonachones dando consejos para tratar de resolver estos y otros asuntos de índole alimenticia. Y siempre queda la alternativa más expeditiva de amenazar al niño con quitarle el teléfono móvil donde ve sus dibujos animados. Pero en 1980, Norma estaba sola frente a sus tres diablillos, de 10,11 y 13 años, que se negaban a comer verduras repitiendo en coro: ¡No quiero, no quiero, no quiero!
» En 1980 Norma Vásquez Goin era ama de casa a tiempo completo y tenía un serio problema: sus tres pequeños hijos se resistían a comer verduras».
Es sabido que ante una situación de conflicto los sentidos se agudizan y la mente trabaja a mil por hora. O como dicen los gurús del emprendimiento: toda crisis es una oportunidad. En efecto, a Norma se le prendió el foquito y resolvió camuflar el alimento despreciado en los fideos que solía elaborar en su maquinita de pastas casera. Los niños, como buenos hijos de padre italiano, amaban las pastas hechas por mamá.
Así que Norma licuó verduras, las mezcló con harina y huevos, y entonces, sucedió el milagro: la maquinita de pastas empezó a botar tallarines de colores y eso fue una fiesta para los niños. ¡Santo remedio!
Norma preparando para el nieto una pasta a la medida.
Convencida de que podía conquistar los paladares más exigentes, fue a la Feria Internacional del Pacífico y en el stand de Italia se compró una máquina para hacer pasta fresca, de un tamaño un poco más grande que la que tenía en casa. Y fue así que, en el patio trasero de la casa familiar de Miraflores y con la ayuda de su hermano Fernando, Norma empezó a gestar el negocio de La Montanara. Primero vendiendo entre amigos y familiares, después a través de los súpermercados de la época, Monterrey, Galax y Scala Gigante.
La hiperinflación del primer gobierno de Alan García, en la segunda mitad de la década del ochenta, hizo quebrar a esos grandes almacenes, quedando como una de las pocas alternativas para colocar los fideos de La Montanara, la floreciente bodega de Erasmo Wong, en la avenida Dos de Mayo, en San Isidro. Norma optó por esa alternativa y el resto es historia.
«Diez años más tarde, en 1998, Norma Vásquez ya era reconocida como un referente del empoderamiento de la mujer en la machista sociedad peruana».
Diez años más tarde, en 1998, se vendían en promedio 3.000 kilos mensuales de pasta La Montanara en los supermercados E. Wong, Metro, Santa Isabel y San Jorge, y Norma era reconocida como un referente del empoderamiento de la mujer en la machista sociedad peruana. Así lo registró la revista CONTACT de la Cámara de Comercio Peruano Americana. En su edición de julio, en un reporte especial que tiene como marco el crecimiento económico del Perú, se destaca “un fenómeno relativamente nuevo”, el del liderazgo adquirido por algunas de las mujeres en la vida socio-económica del país. Norma aparece junto a otras exitosas pioneras en la actividad empresarial, política y académica, como Susana Eléspuru (entonces vice-presidente de Procter & Gamble para América Latina), Carmen Rosa Graham (entonces Directora de Negocios de IBM para los países andinos), Beatriz Merino (entonces congresista de la República), María Angélica Urtecho (entonces alcaldesa de Huacho) y María Jesús Hume (viceministra de Comercio en el Ministerio de Economía y luego Directora Gerente del ING Bank para Perú y Colombia).
El ingenio para resolver un asunto doméstico fue el punto de partida para un exitoso emprendimiento personal. En 1980 Norma Vásquez Goin era ama de casa a tiempo completo y tenía un serio problema: sus tres pequeños hijos se resistían a comer verduras. Hoy en día existen en Internet decenas de páginas con pediatras pacientes y bonachones dando consejos para tratar de resolver estos y otros asuntos de índole alimenticia. Y siempre queda la alternativa más expeditiva de amenazar al niño con quitarle el teléfono móvil donde ve sus dibujos animados. Pero en 1980 Norma estaba sola frente a sus tres diablillos, de 10,11 y 13 años, que se negaban a comer verduras repitiendo en coro: ¡No quiero, no quiero, no quiero!
La familia Mattiello Vásquez. Elio Mattiello, dedicado al rubro textil; Norma, a la fabricación de pastas artesanales. Y los tres pequeños, Ana Sofía, Antonio y Claudia que, con sus travesuras, fueron el motor del emprendimiento de mamá.
Así que Norma licuó verduras, las mezcló con harina y huevos, y entonces, sucedió el milagro: la maquinita de pastas empezó a botar tallarines de colores y eso fue una fiesta para los niños. ¡Santo remedio!
Convencida de que podía conquistar los paladares más exigentes, fue a la Feria Internacional del Pacífico y en el stand de Italia se compró una máquina para hacer pasta fresca, de un tamaño un poco más grande que la que tenía en casa. Y fue así que, en el patio trasero de la casa familiar de Miraflores y con la ayuda de su hermano Fernando, Norma empezó a gestar el negocio de La Montanara. Primero vendiendo entre amigos y familiares, después a través de los súpermercados de la época, Monterrey, Galax y Scala Gigante.
La hiperinflación del primer gobierno de Alan García, en la segunda mitad de la década del ochenta, hizo quebrar a esos grandes almacenes, quedando como una de las pocas alternativas para colocar los fideos de La Montanara, la floreciente bodega de Erasmo Wong, en la avenida Dos de Mayo, en San Isidro. Norma optó por esa alternativa y el resto es historia.
Diez años más tarde, en 1998, se vendían en promedio 3.000 kilos mensuales de pasta La Montanara en los supermercados E. Wong, Metro, Santa Isabel y San Jorge, y Norma era reconocida como un referente del empoderamiento de la mujer en la machista sociedad peruana. Así lo registró la revista CONTACT de la Cámara de Comercio Peruano Americana. En su edición de julio, en un reporte especial que tiene como marco el crecimiento económico del Perú, se destaca “un fenómeno relativamente nuevo”, el del liderazgo adquirido por algunas de las mujeres en la vida socio-económica del país. Norma aparece junto a otras exitosas pioneras en la actividad empresarial, política y académica, como Susana Eléspuru (entonces vice-presidente de Procter & Gamble para América Latina), Carmen Rosa Graham (entonces Directora de Negocios de IBM para los países andinos), Beatriz Merino (entonces congresista de la República), María Angélica Urtecho (entonces alcaldesa de Huacho) y María Jesús Hume (viceministra de Comercio en el Ministerio de Economía y luego Directora Gerente del ING Bank para Perú y Colombia).
LA HEREDERA
Ana Sofía Mattiello es hija de Norma y pertenece a la segunda generación de empresarias que fabrica y promueve la marca de fideos La Montanara.
Al asumir las riendas de La Montanara, Ana Sofía Mattiello no quiso industrializar el negocio. Prefirió mantener el proceso de fabricación de sus fideos en un estado semi-industrial. “Demora más, es cierto, y también es más caro, pero a cambio tienes una pasta sana y muy parecida a la hecha en casa”, dice Ana Sofía. “Me interesa que la gente se alimente y sienta que lo que está comiendo es saludable y delicioso». En ese sentido, la primera medida importante que implementó Ana Sofía al asumir el cargo fue eliminar los químicos y preservantes. De hecho, realizó pruebas y análisis hasta conseguir un producto que no necesitara ni químicos, ni preservantes. Si a esto se suma el hecho de que los fideos de La Montanara tampoco tienen colorantes, entonces, el resultado es un pasta que es lo más parecido que se puede encontrar, en el rubro de envasados, a la pasta hecha en casa. «Ahora, con la Ley de alimentación saludable y luego de analizar nuestros productos en laboratorios autorizados», dice, «hemos comprobado que no tenemos necesidad de usar los octógonos con advertencias a la salud».
La Montanara se adelantó a estos tiempos en que lo artesanal y lo sano cobran valor debido a que, está demostrado, comer no-saludable es la primera causa de enfermedad y muerte en el mundo. “De hecho, la frase que está escrita desde hace más de quince años en nuestros empaques”, dice Ana Sofía, “es exactamente lo que siempre hemos pensado: La Montanara: come bien, come sano”.
Ana Sofía responde unas preguntas relacionadas al marketing, distribución y exhibición del producto.
-¿Cuál es la importancia de los mercaderistas?
-Los mercaderistas cumplen una función muy importante en los supermercados. Ellos se encargan que los productos salgan del almacén y pasen a las góndolas. Ellos ubican y cuidan que los artículos estén bien dispuestos y se luzcan en las estanterías para que se puedan vender.
-Los paquetes de La Montanara estaban desprotegidos en las góndolas.
-Sí, por eso contraté a una señora con experiencia que conocía mucho de mercaderismo y de cómo mantener el espacio de exhibición en las góndolas. Ella iba a todas las tiendas y revisaba que nuestros productos estén bien exhibidos, con bolsas nuevas, limpias, y dentro de la fecha de vencimiento. Ahora tengo un equipo de mercaderistas que ella supervisa y que realiza esta labor a diario o interdiario en unas 80 tiendas de Lima y provincias.
-Y así, contra viento y marea, fueron creciendo…
-No te diré que somos tan grandes como Alicorp, pero en el rubro de pastas semi artesanales, sí creo que somos de los más grandes.■