Antes de su llegada al mercado, el libro sobre la relación de dos destacados especialistas en lingüística andina ya generaba polémica. En este artículo, se ofrece un análisis ponderado para contextualizar la relevancia de ambos intelectuales y los matices de su vínculo.
Escribe: Pablo Carreño (*)
El libro Memorias de una amistad quebrada: El Alfredo Torero que conocí (Ediciones del Panóptico, 2024), de Rodolfo Cerrón-Palomino (Junín, 1940), es un testimonio sobre su difícil relación con Alfredo Torero (1930-2004), ambos connotados especialistas en lingüística quechua y andina en general. Para empezar, diré que el libro no revela nada que no se supiera ya, al menos entre los que frecuentamos el tema de la lingüística andina.
En efecto, la enemistad entre estos dos grandes estudiosos fundacionales de la lingüística andina peruana es harto conocida y hasta pública, pues buena parte de la discusión está publicada en revistas del área, como la famosa y recordada Revista Andina. Para ser honesto, esta enemistad siempre me pareció circunstancial, tratándose de dos autores tan importantes en mi formación como lingüista andino y especialista en lingüística quechua. En el mundo académico, como en la vida en general, los celos y rivalidades son cosa de todos los días, y Cerrón-Palomino ha decidido dar su versión de los hechos en un trabajo francamente interesante, más allá del chisme, por su valor de testimonio de los tiempos heroicos de los inicios de la lingüística andina.
En efecto, por las páginas de este libro de memorias de RCP circulan anécdotas de muchos otros personajes señeros de la especialidad, como Gary Parker, Willem Adelaar, Gertrud Schumacher, Luis Jaime Cisneros, José Luis Rivarola, Enrique Carrión, Gustavo Solís y un larguísimo etcétera. Las fotografías al final del libro, por sí solas, son un tesoro documental de la época. Es cierto que Cerrón-Palomino no siempre habla elogiosamente de todo el mundo, pero es su derecho como testigo de los hechos que cuenta. Ese siempre ha sido su estilo, por otro lado, y es mejor que sea así. Es más, diría que esa es su virtud en estos tiempos de verdades a medias dichas a media voz. Cerrón-Plominoi habla claro, como siempre lo ha hecho.

Tanta ha sido la animadversión que se ha desatado contra este libro, sin embargo, por su simple aparición, que se ha llegado al punto de decir por ahí, a la ligera, que Cerrón-Palomino ha negado que Torero tuviera tesis de doctorado. Eso simplemente no es cierto. En el libro dice simplemente lo que siempre dijo (según recuerdo de mis muchas clases con él), a saber, que la tesis de Torero en Francia sobre el idioma puquina era una tesis mínima, inexplicable para un autor de su calibre. Es la opinión del autor, y yo no soy quién para juzgarla ni para juzgar a Torero tampoco. El libro también da cuenta de los muchos problemas personales que tuvo Torero, y finalmente, creo, hay que juzgar a la gente por lo que hizo, y no por lo que no hizo.
En mi opinión personal, Alfredo Torero sí fue un gran lingüista al que los lingüistas peruanos le debemos mucho. En mi opinión, Idiomas de los Andes (2002), su libro final más ambicioso, sí consiguió recoger y consolidar lo más importante de su legado, y sigue siendo hasta la actualidad un libro importante para la lingüística peruana más allá de toda duda. Mucho de esta valoración positiva de Torero sí está presente en el libro de Cerrón-Palomino, por otro lado, aunque matizada, por supuesto, por la rivalidad que inevitablemente se forjó entre ambos al final. Sin embargo, también nos cuenta RCP, siempre hubo sus momentos de cordialidad en medio de las asperezas. La relación entre ambos, digamos, fue compleja.
En fin, como ya he mencionado, el libro de memorias de Rodolfo CerrónPalomino me parece un testimonio valioso sobre una época importantísima en la historia de la lingüística peruana, y creo que merece leerse al menos antes de criticarlo. No hay que tomarse la ciencia con tanto ánimo de bando, porque se pervierte su esencia de búsqueda de la verdad. Y que sirva la ocasión de su aparición para motivar a la gente a interesarse por este capítulo brillante de la intelectualidad peruana, que creo que merece mayor reconocimiento del que tiene actualmente. A leer para opinar.■

(*) Pablo Carreño es lingüista, traductor e investigador en temas culturales. Es especialista en quechua y lenguas andinas, además de lenguas clásicas indo-europeas. Hizo su tesis de maestría bajo la asesoría de Rodolfo Cerrón-Palomino, autor del libro comentado, sobre el tema: «Quechua de Cajatambo: un esbozo gramatical» (2010).