El Bicentenario del Perú: una fecha aún en discusión


Junin

Escribe: Joaquin F. Mould

Desde niños nos enseñaron siempre que la independencia del Perú se proclamó un 28 de julio de 1821 por el libertador argentino, José de San Martín (1778-1850), algo que aprendimos y guardamos en nuestra memoria para siempre. En cambio, lo que ha sido poco mencionado es que la referida independencia del país había sido ya firmada dentro del desaparecido palacio municipal por los “vecinos notables” de Lima sólo dos semanas antes, el domingo 15 de julio de 1821, para ser más precisos, y que dicha posterior proclamación realizada por San Martín también fue repetida en distintas plazas de la capital durante ese mismo día. Tal proclamación después de la plaza de Armas se repitió en la plaza de la Merced, la plaza de la Inquisición e inclusive en la de plaza de Santa Ana, esta última localizada ahí en los Barrios Altos, frente al antiguo hospital colonial de Santa Ana. En dichas plazas, se repitió el ya escuchado y claramente identificado: “El Perú es, desde este momento, libre e independiente por la voluntad general de los pueblos, y por la justicia de su causa que Dios defiende”.

Sin embargo, las distintas proclamaciones sucedidas en la capital no fueron las primeras, ni las únicas que se produjeron en la naciente nación. La primera proclamación del Perú por el propio San Martín se realizó en la ciudad de Huara la mañana del 27 de noviembre de 1820. Asimismo, el 27 de diciembre de 1820 el pueblo de Lambayeque también declaró su independencia del estado español. Seguidamente, el 29 de diciembre del mismo año, la ciudad de Trujillo se independizó también de la mano del reconocido militar y político peruano, José Bernardo de Tagle y Portocarrero (1779-1825), IV marqués de Torre Tagle. De igual forma, el 04 de enero de 1821 la ciudad de Piura juró su independencia y luego le siguieron otras ciudades como Cajamarca (06 de enero de 1821), Ferreñafe (10 de enero de 1821), Chachapoyas (14 de enero de 1821), Jaén (04 de junio de 1821) y Maynas (19 de agosto de 1821), solo por citar algunas. Todo lo anterior habría estado bien si es que dichas proclamaciones no se hubiesen visto empañadas por la aún presencia militar y política del virrey José de la Serna e Hinojosa (1770-1832), en lo que aún seguía siendo, según los propios intereses de la corona española, el Virreinato del Perú. El virrey de la Serna e Hinojosa había dejado previamente Lima para establecer su gobierno en la ciudad del Cuzco, en tanto que el libertador San Martín fue presuroso hacia la antigua capital del virreinato para constituir un gobierno de protectorado que inició el 03 de agosto de 1821. En este sentido, ¿Podríamos hablar de una real independencia nacional, cuando aún el territorio patrio se hallaba compartido y dividido entre realistas e independentistas?

Procalamación de la Independencia

La independencia como tal aún no estaba consumada y para ello habría que esperar al menos unos tres años más. Durante este período, sucedieron algunos hechos interesantes que permitirían entender los difíciles inicios de que tuvo el Perú. Por ejemplo, las fuerzas realistas que se ubicaban en la sierra central pudieron incursionar en el Callao el 10 de septiembre de 1821, y abastecer militarmente a las fuerzas del general del ejército español, José Domingo de la Mar y Cortázar (1776-1830), quien defendía la fortaleza del Real Felipe. Algo similar ocurrió el 17 de junio de 1823, cuando las fuerzas de España comandadas por el general José de Canterac (1786-1835) ocuparon la ciudad de Lima por cerca de un mes. Y también, el 29 de febrero de 1824, cuando el general realista Juan Antonio Monet (1782-1837) ocupó la “Ciudad de los Reyes” casi hasta finales de ese mismo año. Los acontecimientos anteriores sólo muestran lo débiles que eran las posiciones independentistas, incluyendo aquellas que se encontraban en la propia ciudad de Lima; puesto que todo lo anterior ocurrió después de realizadas las mencionadas proclamaciones de la independencia por el general San Martín. No obstante, quizás lo más angustiante para la independencia del país ocurrió después del retiro del libertador San Martín, y con la llegada del libertador neogranadino, Simón Bolívar (1783-1830). Sólo antes de arribar al Perú, Bolívar ya había mostrado su faceta de dictador al anexar en 1822, la provincia libre de Guayaquil a la Gran Colombia, misma provincia que se encontraba ya independizada de la corona española desde 1820. Cuando Simón Bolívar llega al Perú, el 01 de septiembre de 1823, el país estaba a punto de culminar la elaboración de su primera constitución política, misma que fuese promulgada el 12 de noviembre de 1823, fruto de un primer congreso constituyente previamente instalado desde septiembre de 1822.

Una de las primeras acciones realizadas por Bolívar fue la de impulsar la captura del quien había sido el primer presidente del Perú, José de la Riva-Agüero y Sánchez Boquete (1783-1858), algo que se produjo en noviembre de 1823 y de esta forma pudo dominar la escena política y militar del norte del Perú. Para este momento, Simón Bolívar ya había recibido, en el 10 de septiembre de 1823, por parte del mismo congreso de la república peruano la suprema autoridad militar del país con el propósito de culminar la independencia nacional.  Sin embargo, tuvo que esperar hasta el 10 de febrero de 1824, para recibir poderes dictatoriales de parte del congreso, puesto que se había producido una importante sublevación en la fortaleza del Real Felipe en el Callao por parte de las tropas emancipadoras argentinas que guarnecían dicha plaza, así como una nueva incursión del ejército realista que pudo controlar la ciudad de Lima. Era tan inestable la situación, que el segundo presidente de la nueva nación, y gran impulsor de la causa independentista en las ciudades del norte del Perú, el IV marqués de Torre Tagle, acosado por las intrigas de distintos militares neogranadinos decidió volverse a unir al bando realista, siendo aún más resaltante y contradictorio que el susodicho terminó declarándose nuevamente súbdito fiel del rey de España en marzo de 1824. Lo anterior denotaba lo fluctuante que podían ser algunos próceres independentistas y que su suerte dependía del progreso de sus respectivas campañas militares.

Finalmente, con la batalla de Ayacucho del 09 de diciembre de 1824, se consuma la independencia político y militar del Perú con España. Ni siquiera la efímera y última intención de los representantes coloniales en el país, en colocar a un nuevo virrey en la persona de Pío Tristán y Moscoso (1773-1859), que por cierto duró únicamente 6 días, pudieron evitar los términos de la capitulación del imperio español en donde finalmente se reconocía la independencia de la República del Perú. Por lo que, en dicho momento, ya sin la presencia colonial en suelo peruano, ¿Era posible afirmar que el Perú fuera, como decía el general San Martín, libre e independiente? Habrá un grupo de expertos e historiadores que concuerden con esta perspectiva. Sin embargo, otros como el ilustre médico, diplomático y político peruano, Santiago Távara Andrade (1796-1874), en su obra “La Historia de los Partidos” de 1862 sugiere lo siguiente: “la caída de Bolívar en el Perú (enero de 1827) debe celebrarse como una fecha de nuestra independencia”.

Batalla de Ayacucho

Las razones de Távara Andrade eran simples, el Perú con la capitulación de Ayacucho había cambiado un régimen colonial por uno dictatorial, por lo que el país todavía no podría considerarse ni del todo libre ni del todo independiente. El gobierno de Bolívar en el Perú fue uno de alta represión contra sus opositores (principalmente peruanos), con injerencias en el recién formado poder judicial y también en el congreso. Por ejemplo, con relación a este último, convocó a un nuevo Congreso Nacional que, por desacuerdos, nunca pudo instalarse de manera estable ya que Bolívar tenía desavenencias con la elección de algunos congresistas. El 26 de mayo de 1826, el gobierno dictatorial retiró a los municipios el derecho de elegir a sus autoridades, y el 08 de diciembre de 1826 fue promulgada una Constitución Vitalicia elaborada en su totalidad por el propio Simón Bolívar entre lo que establecía la figura de un presidente vitalicio, cargo que sin ninguna duda estaba reservado para el libertador neogranadino. Ningún Congreso discutió esa Constitución ni se aprobó en ninguna consulta popular. La señalada Constitución se aprobó el 30 de noviembre de 1826 exclusivamente por los prefectos de la República, declarando a Simón Bolívar presidente vitalicio, aun cuando este último se encontraba ausente, puesto que Bolívar ya había abandonado previamente el país el 04 de septiembre de ese mismo año.

De cualquier forma, dicha Constitución Vitalicia, la segunda Constitución del Perú, únicamente estuvo en vigor 50 días, dado que el régimen bolivariano implantado por Bolívar cayó el 27 de enero de 1827; y dicha Constitución fue inmediatamente suspendida. La caída del gobierno dictatorial fue producto de una sublevación cívica con liderazgo peruano que terminó cancelando definitivamente la elección de Simón Bolívar como presidente vitalicio del Perú. Fue así como el Perú, apenas en 1827, pudo iniciar a elegir por sí mismo su propio destino. Lo primero fue instalar un nuevo Congreso Constituyente en el Perú (el segundo) mismo que se implementaría a partir del 04 de junio de 1827, que a su vez nombraría cinco días después al ya mencionado José Domingo de la Mar y Cortázar como el nuevo presidente de la nación, quien para muchos tratadistas e historiadores representa al primer presidente constitucional del Perú, libre de toda presencia e influencia extranjera. No sería descabellado entonces, esperar hasta finales de enero del 2027 para celebrar justificadamente el bicentenario del Perú. Solo después de esta fecha, al Perú se le permitió la creación de una identidad nacional propia gracias al aporte de muchísimos ciudadanos notables que engrandecieron a la nación peruana por más de 200 años, nación que siempre estuvo destinada a ser grande desde sus inicios. ■

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