CARLOS REVILLA: VIDA Y OBRA
EL MAESTRO DEL REALISMO MÁGICO, HOMENAJEADO EN NOCHE DE ARTE 2018, LA GRAN EXHIBICIÓN DE ARTE CON FINES SOLIDARIOS QUE ORGANIZA LA AMERICAN PERUVIAN ASSOCIATION Y AUSPICIA LA FUNDACIÓN BBVA CONTINENTAL
FOTO ALBERTO RÍOS PICOY
EN 1940 LA OCUPACIÓN ALEMANA del puerto de El Havre, en el noroeste de Francia, por un contingente de 40.000 soldados alemanes, obligó al embajador peruano nacido en Arequipa, Gustavo Adolfo Revilla, a trasladarse junto con su esposa francesa Micheline Ticos, que estaba embarazada, a un lugar menos peligroso. Escogieron Clarmont-Ferrand, una ciudad en el centro de Francia, conocida entre otras cosas por tener la cadena de volcanes más grande de Europa. Y es allí donde nació y pasó sus primeros años de vida el pintor Carlos Revilla, en la Francia ocupada por los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial.
En 1945 la familia se mudó a Argentina en una travesía en barco que duró un mes y que el pintor recuerda como divertida, a pesar de las horas muertas, las minas submarinas de la guerra y las tempestades del Cabo de Hornos. Esa experiencia infantil tuvo tanto de desarraigo como de deslumbramiento y está retratada, en algunos de los cuadros del pintor, en la forma de un trasatlántico que deja atrás un horizonte de oscuros volcanes (Europa), mientras se va acercando a un lugar colorido, donde hay abundante vegetación, frutas, verduras y una mujer (Sudamérica).
Una mujer. La que pinta Revilla es una mujer que se debate entra la delicada sensualidad renacentista del siglo XVI y la dureza de una dominatrix de los tiempos modernos. De cuerpo blanco y tonificado, cabellos rojos y ojos verdes, aparece generalmente desnuda o apenas adornada con ropa que recuerda al medioevo, pero a veces también con prendas fetiches más modernas, como corsés, portaligas y tacos aguja.
El pintor Carlos Revilla tiene una anécdota algo surreal para explicar la presencia persistente de aquella mujer. O, mejor dicho, para tratar de hacernos entender lo inexplicable. Resulta que en 1985 vino a Lima invitado a la exposición del décimo aniversario de la galería Camino Brent, y fue en pleno vernissage que vio a Jeannette Kollegger y no podía creer lo que estaba viendo. “Me quedé congelado, fue como si la conociera de toda la vida”, recuerda el pintor. Era exactamente la misma mujer -mismo porte, mismo color de piel, mismo pelo, mismas facciones, mismos ojos y hasta las mismas cicatrices- que había estado pintando desde hacía años. ¿Paramnesia del reconocimiento?, ¿déja vu?, ¿premonición?, ¿encuentros cercanos del tercer tipo? ¿Cómo saberlo? El hecho es que la química fue instantánea y, desde aquel encuentro Carlos y Jeannette no se han vuelto a separar. Ella siempre fue y, después de 33 años de convivencia, sigue siendo su musa inspiradora.
Esa no sería ni la primera, ni la última premonición con que la vida ha sorprendido al maestro Revilla. En su etapa europea, como buen surrealista que fue, tratando de retratar críticamente la sociedad de la deshumanización, imaginaba mujeres objeto, mujeres máquina. Y antes aun de la existencia de las computadoras y las laptops, las pintaba con extraños artefactos con teclas saliéndole del vientre, como extensiones biónicas de su cuerpo.
Décadas después de haber concebido esas imágenes, se llevaría un gran impacto el día en que entró en la habitación de su querida Jeannette y la vio metida en su cama, con la frazada hasta el pecho y el rostro iluminado, mientras trabajaba con su laptop en el regazo. ■

«En 1965 en Cadaqués, España, conocí y me hice amigo de Salvador Dalí. Primero conocí a su secretario personal, John Peter Moore, a quien Dalí llamaba el Captain Moore, pues era un oficial del Ejército británico. Fue en el café Melitón, donde todo el mundo iba. Allí estaban Dalí, Man Ray y Marcel Duchamp, ya estaban viejitos. Yo me acerqué al secretario, al Captain Moore, y le dije que quería conocer al maestro, que estaba haciendo un retrato en el que fusionaba el rostro de Dalí con el de Gala, su mujer. “Ah, qué interesante”, me respondió, “yo te lo presento, es un tipo muy simpático”. Por entonces los periódicos y la televisión presentaban al maestro del surrealismo como un genio disparatado, excéntrico y arrogante. Y esa es la imagen que ha quedado de él. El hecho es que un día el Captain Moore me lleva a la casa de Dalí y Dalí se aparece teatralmente en el segundo piso, enfundado en unos trajes de seda, mirándonos desde lo alto, con su bastón en la mano, dispuesto a bajar las escaleras como un semidiós, cuando el Captain Moore le dice que yo no era más que un pintor del barrio y ahí mismo se acabó el show y Dalí regresó a ser él mismo y fue de lo más sencillo y amable. «Yo soy tan sencillo como los pescadores», me dijo, «porque yo soy de acá, yo nací en Figueras, y acá me conocen desde chico. Lo que pasa es que yo invento a Dalí para las entrevistas». Fue una amistad que duró todo el tiempo que viví en Cadaqués». ■
DICHOS DE REVILLA
ANTOLOGÍA DE DECLARACIONES DEL PINTOR CARLOS REVILLA (Y UNA DE JEANNETTE) EN LA PRENSA PERUANA
LOS TIBURONES DE HIRST Y LOS PERRITOS INFLABLES DE KOONS
“¿Los tiburones de Hirst? Mira, si vas donde un taxidermista te cuesta más barato. O sea, la gente está pagando precios increíbles por una cosa que no lo vale. ¿Y Jeff Koons? El mercado del arte está totalmente loco. Todo y nada es arte. Koons ni siquiera hace él mismo sus obras, las manda a hacer a Italia. Tiene excelentes promotores, gente que lo vende, y galerías… Para mí de acá a cincuenta años, todo eso lo van a botar a la basura. Mira, yo soy muy tradicionalista. Yo hubiera querido vivir en el siglo XVI, porque ahí cualquiera no pintaba. Era todo un aprendizaje: a los 14 años entrabas al taller de un pintor, te enseñaba las técnicas, aprendías a hacer pinceles, a blanquear una tabla para pintar encima, dieciocho capas de blanco bien lijadas, o sea, todo un mundo artesanal, y después tratabas de pintar lo mejor posible. Para mí el artista es un artesano, un tipo que trabaja quince horas al día y que sabe pintar». ■ (Carlos Revilla en entrevista con Maribel De Paz, diario El Comercio)
SOBRE EE.UU., EUROPA Y PERÚ
“El estrés es un fenómeno mundial. La búsqueda de placer, de dinero, es increíble. He estado en Miami, los millonarios no gozan de la vida. Tienen casas maravillosas y no las habitan, están trabajando. Siempre están en busca de casas, carros más grandes. Se pasan el día manejando. No viven. Son máquinas para hacer dinero. Tienen piscina, pero no hay nadie en ellas”…
“Y en Europa, no puedes tocar a alguien porque ahí mismo te dice: “me estás agrediendo”. Por eso me gusta Lima, la gente te abraza, te dice: “¿hermano, cómo estás?”. Te saluda. Otro mundo. Aún no somos máquinas de ganar dinero. En ese sentido, en EE.UU. y en Europa ya no hay ciudadanos, sino solo contribuyentes”. ■ (Carlos Revilla en entrevista con Pedro Escribano, diario La República)
LA MUJER Y LA PORNOGRAFÍA
“En los cuadros que hice en los años setenta más o menos, yo ya había presentido lo que iba a suceder. Pinté la mujer-objeto, quitándole el aspecto de persona y presentándola solamente como objeto sexual, acompañada de elementos como teléfonos y formas fálicas que se intercomunicaban… Aquella era una visión que creo se anticipaba en quince o veinte años a la actualidad. Ahora vemos la imagen de la mujer como objeto sexual, la gran difusión de la pornografía por teléfono, televisión o Internet. Yo ni sabía en esa época que iban a existir las computadoras, y pinté este tipo de mujer, que tenía un cuerpo que acababa en una pantalla con teclas… La persona aparece como descuartizada, desintegrada, ya no es un cuerpo entero, sino sólo ciertos elementos que son los que interesan. Eso es la pornografía hoy en día: ya no son escenas en las que hay cierta sensualidad, sino simplemente visiones del cuerpo totalmente parcializadas”…■ (Carlos Revilla en entrevista con María Isabel Guerra, revista Cyberayllu)
¿YO, MUSA?
“Aparte de musa, cuando eres la mujer de un artista te toca hacer un aterrizaje forzoso para que él siga siendo cien por ciento creativo, y crearle como una especia de burbuja de protección, y que las cosas no lo maltraten, ni lo distraigan… Entonces yo me encargo del contacto con la gente, de organizar las exposiciones, de coordinar las entrevistas, de fotografiar y catalogar los cuadros, de ubicarlos y seguirles el rastro en museos y colecciones privadas, y de hacer las cosas que normalmente un marido debería hacer. ¿Por qué lo hago? Para dejar justamente que él pinte y punto». ■ (Jeannette Revilla en entrevista con Josefina Barrón, programa Talleres)