CLAUSURAN LA CALLE DE LAS PIZZAS
PRIMERA ACCIÓN DE LA MUNICIPALIDAD DE MIRAFLORES: PONIENDO ORDEN EN LA CIUDAD DEL PECADO.
ENHORABUENA QUE LUCHO MOLINA, el nuevo alcalde de Miraflores, haya irrumpido con la pata en alto, cual sheriff en cantina del Oeste, a poner orden en la Calle de las Pizzas. Dicha arteria, como dijo un agente municipal durante la intervención, era “una bomba de tiempo”. Con el paso de los años, la tranquila calle miraflorina de tan solo una cuadra de extensión, antaño salpicada de hermosas casonas y restaurantes italianos, se había convertido en un revoltijo de tabernas y discotecas con anfitrionas en minifalda y jaladores bilingües, lo que le confería al estrecho pasaje un aire de mercadillo de baratijas. Dispersos entre la multitud cosmopolita ávida de juerga nocturna, bullían vendedores de drogas y las temibles ‘peperas’, esas malagradecidas que primero te aceptan la invitación a un trago y, luego, al menor descuido, te clavan un somnífero en la copa. El lugar también era tierra de cafichos, que ofrecían su mercancía cual menú de chifa barato, en catálogos con fotos desteñidas de especímenes de ambos sexos. En fin, la Calle de las Pizzas más parecía la ciudad del pecado que un barrio familiar.
Martín Durand, crítico gastronómico peruano que labora actualmente en las zonas de vida nocturna de Napa Valley, en California, resume el accidentado derrotero de la Calle de las Pizzas, desde los años 70 del siglo pasado hasta nuestros días, de manera breve y precisa: “Era una callecita simpática hasta que se convirtió en peatonal. Era una calle peatonal agradable, hasta que se volvió juerguera. Era una juerga divertida, hasta que se maleó. Y de ahí todo en declive”.

Diecisiete de los veintitrés locales que hay en la calle de las Pizzas han sido clausurados por incumplir normas municipales, sanitarias y de Defensa Civil. Durante la intervención, los inspectores municipales encontraron cocinas en ínfimas condiciones sanitarias, plagadas de cucarachas y rastro de pericote; así como hornos, chimeneas e instalaciones eléctricas y de gas en condiciones de alto riesgo. Y en los techos, colmados de desmonte, material inservible y objetos en desuso, se habían emplazado unas calaminas dizque para la garúa que, en cualquier momento, caían como guillotinas sobre los transeúntes. Pero eso no es todo. En el colmo de la conchudez, la veintena de locales a ambos lados del boulevard, sin excepción, habían extendido hacia el frente sus dominios, con terrazas y barandas, ganando varios metros a la vía pública. Por eso cualquier sábado en la noche daba prácticamente lo mismo transitar por el bulevar que por el interior del bus Metropolitano en hora punta. ¡No es dable! ■
LA OTRA CARA DE LA MONEDA
Pero no todos aprueban la intervención en la calle de las Pizzas. Al ver en los medios de comunicación las escenas del desmontaje de bares y discotecas, algunos sintieron nostalgia. Estaban desapareciendo un lugar emblemático de la juerga nocturna limeña. Y hay otros más críticos que piensan que detrás de esta medida para reestablecer el orden, se esconden buenas dosis de moralina y represión. Al respecto, entrevistamos a Patricia Ciriani, regidora accesitaria en la Municipalidad de Barranco para el periodo 2019-2022.
Usted ha denunciado en las redes sociales que tras la clausura de la Calle de las Pizzas hay un manto de moralina.
Me parece muy triste la lógica de “limpieza” de todo lo que da vida a la noche a Miraflores. Y esto empezó en el 2011 con la llamada Ley Zanahoria (prohibición de venta de bebidas alcohólicas después de las 11:00 pm y en restaurantes, bares y discotecas después de las 3:00 am).
No cree que la juerga en ese boulevard era excesiva.
La Calle de las Pizzas era, como el Boulevard de Barranco o el Boulevard ‘El Retablo’, en Comas, un lugar donde gente de todo Lima y muchos extranjeros iban a divertirse según los cánones genéricos de la diversión nocturna, con música, diversos tipos de droga y eventual brichería para ambos sexos.
¿Acaso los vecinos no tienen derecho a la tranquilidad?
Los vecinos tienen derecho de vivir donde quieran, pero sin cambiar el rumbo y el espíritu de los lugares públicos. Los que viven por ese lado del Parque Kennedy, en Miraflores, han elegido un barrio con gente activa por la noche. Desde hace por lo menos 20 años que hay juerga allí, la calle de las Pizzas se había ganado su derecho a existir.
¿Por qué?
Porque es necesario tener, en cualquier ciudad, y más aún en una metrópolis de diez millones de habitantes, varias zonas de música a todo volumen y zonas rosas donde uno puede ir a buscarse una pareja ocasional de cualquier sexo.
Lo que dice suena muy de avanzada…
Una sociedad en la que no se puede conseguir sexo de forma libre y sin tapujos, y en la que emborracharse con alcohol o colocarse con drogas es considerado un crimen, es una sociedad enferma y policíaca. Es una sociedad que hace del orden su único mandato, por encima de la libertad de las personas. Toda civilización tiene sus momentos rituales de escape y catarsis.
Parece que el nuevo alcalde, elegido mayoritariamente por los vecinos, no piensa como usted.
Me parece legítimo derrumbar construcciones ilegales que ocupan un lugar indebido en la calle, como hizo también el alcalde Peramás en el Rímac. Pero la razón que dio Molina para devolver la calle de las Pizzas a las familias, contradice su abandono del programa de bicicletas públicas y su proyecto de piscinas privadas en el malecón. Ahora, negar la necesidad de diversión a la población limeña es suicidar a mucha gente que, durante un tiempo, puede no darse cuenta que le falta algo, hasta que un día se despierta y dice, como en la canción de 1991 de Mano Negra: París, la nuit c’est fini/ Paris va crever d’ennui (La noche de París ha terminado/ París va a morir de aburrimiento). Yo nací y crecí en París y es terrible lo que ha pasado ahí entre los años 80 y 90: se “limpió” la ciudad de su movida nocturna a punta de cierres de locales y abusos policiales, y luego de tanto aburguesarse, París ha devenido en una ciudad-museo sin vida espontánea.■