HEMINGWAY EN TALARA


En abril de 1956 el diario El Comercio me envió a Cabo Blanco para entrevistar al escritor Ernest Hemingway (1899-1961). El premio Nobel de literatura llegó a la ciudad de Talara, al noroeste de Perú, a bordo de un avión Panagra, y se trasladó a la caleta pesquera de Cabo Blanco, para alojarse en el ‘Fishing Club’.  Este club de pesca era mundialmente famoso en los años cincuenta. Contaba entre sus socios a un grupo de millonarios extranjeros que iban, junto con personajes del jet set internacional, tras la pesca grande que en esos años se practicaba en esa parte de nuestro litoral.  El récord mundial lo tenía Alfred Glasell, con un pez espada de 702 kilos. Presidía el club un banquero peruano: Enrique Pardo Heeren.

El escritor norteamericano vino a Perú especialmente para pescar el enorme pez aguja que sería utilizado en la versión cinematográfica de su novela ‘El viejo y el mar’. Lo acompañaba una comitiva de cinco personas, que incluía a su esposa, la periodista Mary Welsch, y al cubano Gregorio Fuentes, su amigo desde 1928, capitán de su yate ‘Pilar’ y personaje que lo inspiró para escribir ‘El viejo y el mar’.

Estuvieron en el Perú cerca de un mes. Hemingway hablaba correctamente el español y se hacía a la mar diariamente a bordo del yate peruano ‘Miss Texas’ (hoy propiedad de Joe Koechlin, CEO de Inkaterra). Al escritor le impresionó la costa peruana, por lo desértica. Como se sabe, Cabo Blanco es una caleta carente de naturaleza verde. En aquella época allí no se practicaba el surf.

El Hemingway que conocí en 1956 era un hombre alto, de seis pies aproximadamente, y de contextura fornida. Tenía las piernas y los brazos gruesos, enormes manos y aparentes señales de cáncer a la piel por exceso de sol. Usaba gorra, espejuelos y llevaba la barba un tanto crecida.  Era un buen bebedor. Tomaba una apreciable dosis de whisky, seguida de igual cantidad de agua. Decía que el blended o mezcla se debía hacer en el estómago.

Los días que estuvo en Cabo Blanco recibió invitaciones de dos cazadores peruanos, Miguel Mujica Gallo y Pedro Manuel García Miró Elguera. Declinó cortésmente ambas. Estaba obsesionado con la pesca del merlín.

Pero Hemingway no logró pescar el ansiado pez aguja para la película ‘El viejo y el mar’. Según cuentan las crónicas de la época, no estuvo conforme desde un inicio con Spencer Tracy para el personaje de Santiago, el viejo pescador, pues lo veía regordete y sin movilidad. Según Hemingway, ese personaje debió ser protagonizado por Errol Flynn, que además era su amigo. El filme, que se estrenó en 1958, resultó un fracaso de taquilla.

Para las crónicas que publiqué en El Comercio, el gran escritor me habló de sus aventuras, la bebida, los toros y la muerte. De esta última afirmó que “era una puta con la que no deseaba acostarse”. Como se sabe, su padre, el doctor Hemingway, se había suicidado. Luego se quitaría la vida él mismo, más tarde su hermano Leicester y posteriormente su sobrina, la bella actriz Margaux Hemingway.

Sobre toros, teníamos un amigo en común, el torero rondeño Antonio Ordoñez Araujo. Y ese fue el motivo para charlar sobre el tema y mi oportunidad para hacer un reportaje dedicado exclusivamente a la tauromaquia. Hemingway era aficionado desde 1917. Había sido seguidor de Cayetano Ordóñez y Aguilera, llamado ‘Niño de la Palma’, el torero que dio origen a aquel titular inmortal que acuñó el crítico Gregorio Corrochano: “Es de ronda y se llama Cayetano”. Luego de escribir las hazañas de este torero en un primer libro, tres años después de su estada en Perú, Hemingway escribió para la revista Life ‘El verano sangriento’, donde narra la competencia que tuvieron en 1959 los cuñados Antonio Ordoñez y Luis Miguel Dominguín (padre de Miguel Bosé).

Todos estos recuerdos vienen a colación porque hace poco me ocurrió un hecho inesperado: revolviendo viejos papeles, me di con la sorpresa de hallar un sobre que creía perdido, conteniendo decenas de fotos y negativos de la visita de Hemingway a Perú en 1956.  Se hallan en buen estado y han sobrevivido más de medio siglo a la humedad limeña.

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