ANDREA VENEGAS: NATURALEZA SALVAJE
UNA MIRADA QUE SE POSA SOBRE EL PAISAJE Y EL CUERPO PARA ATRAVESARLOS Y HURGAR EN SU PROFUNDIDAD
UN CABALLO SE INCORPORA del suelo y levanta una polvareda a su alrededor. El movimiento le despeina las crines y la luz cae sobre su cuerpo, revelando el poderoso volumen de sus formas. Andrea Venegas, detrás del lente, captura ese momento, conjunción de belleza y energía natural. En otra escena, dos mujeres desnudas están paradas frente a frente en un acantilado. Las pieles no quieren develar ningún secreto femenino, ningún romance; sólo son seres humanos desnudos frente a la vastedad del mar. Andrea, detrás del lente, también registra ese momento.
«Un caballo se incorpora del suelo y levanta una polvareda a su alrededor. El movimiento le despeina las crines y la luz cae sobre su cuerpo, revelando el poderoso volumen de sus formas»
Venegas vivió 13 años en Australia y fue ahí donde empezó a entrenarse en el arte de la fotografía. “Desde que puedo recordar me ha llamado la atención la fotografía, por su capacidad de capturar un momento”, cuenta. “Siempre me han atraído los retratos y en Australia me enfocaba en eso”. Cuando regresó a Perú, en 2010, su visión se amplía. “Viajé bastante por el país, siempre con la idea de documentar las cosas, de contar una historia. Es así que empecé a coleccionar paisajes”.
“Cuando regresó a Perú, en 2010, su visión se amplía. Viajé bastante por el país, siempre con la idea de documentar las cosas, de contar una historia. Es así que empecé a coleccionar paisajes”
Entre sus referentes estéticos están el fotógrafo japonés Hiroshi Sugimoto, por su minimalismo conceptual en sus paisajes marítimos. El fotógrafo norteamericano Edward Weston, por las relaciones que encuentra entre elementos de la naturaleza y el cuerpo humano. Y la fotógrafa holandesa Rineke Dijkstra, cuyos retratos de playa considera “mágicos”.
Pero su mayor influencia proviene de la propia naturaleza: “Mis fotos representan la fuerza que aparece ante mí en un determinado momento y escenario”. Con esa determinación, Andrea no tiene miedo de acercarse lo suficiente para retratar al animal más chúcaro, al cuerpo humano en su intimidad o al mismísimo infinito, si es que lo hace con su cámara fotográfica■
