MARISA GUIULFO: VIVIR LA VIDA
UNA DAMA ADELANTADA A SU TIEMPO. PIONERA DEL EMPRENDEDURISMO. HIZO DEL DETALLE UN ESTILO Y UNA PROFESIÓN
MARISA GUIULFO (LIMA, 1940) es uno de los personajes más representativos de la vida social limeña. Dueña de un gusto especial a la hora de darle vida a cualquier celebración, la reina de los caterings, buffets y eventos sociales no ha perdido un ápice de elegancia en sus más de 70 años de vida; muy por el contrario, su existencia es la confirmación constante de que la clase y el estilo están inscritos en el genoma de unos pocos, casi como una predestinación secreta que la lleva a cumplir con naturalidad la máxima nietzscheana de hacer de la vida un arte.
Desde su infancia, sus padres le inculcaron algunas cualidades: “Recuerdo a mi papá viajando por todo el Perú pues era ingeniero. Él por naturaleza me enseñó a abrir caminos y hasta carreteras si era necesario. No importaba dónde, solo importaba la misión. Mi madre a su estilo hacía lo mismo. Ella se dedicaba a la casa y lo hacía con pasión. Cuando invitaba gente a casa, se esmeraba hasta en los más mínimos detalles. El mantel en la mesa, por ejemplo, estaba siempre impecable, planchado antes y después, sobre la mesa para que esté perfecto”.
«Cuando invitaba gente a casa, se esmeraba hasta en los más mínimos detalles. El mantel en la mesa, por ejemplo, estaba siempre impecable, planchado antes y, después, sobre la mesa para que esté perfecto»
Pasión, perfeccionismo y atrevimiento, las llaves primigenias que le permitieron abrir las puertas de su destino. Luego, en su primera juventud, emigró como muchos otros peruanos a los Estados Unidos. Allá trabajó en un banco, también como secretaria, y pasó por mil peripecias que la convirtieron en la mujer que es hoy en día. Una vez de vuelta en el Perú, y ya en el negocio de la organización de eventos y la decoración, esa experiencia demostró ser invaluable.
Ella atesora el valor de esos años: “Los viajes me ayudaron mucho y haber vivido en Estados Unidos me permitió conocer gente, culturas y tradiciones diversas. Eso es fundamental en este negocio: parar la oreja, abrir los ojos y volar con las ideas”. Y es que jamás concibió su trabajo como una simple labor de producción, sino que entiende que cada cliente es diferente y merece una propuesta personalizada: “Lo primero es entender al cliente. Lo más lindo de una fiesta es la celebración del agasajado, la sonrisa, el baile, la diversión y, sobre todo, satisfacer un deseo. Por eso, el punto de partida es siempre el cliente. Hay que escucharlo atentamente, nada de hacer presupuestos tipo paquete. Cada cliente es un mundo especial por explorar y esa es la clave”.
Las lecciones aprendidas a lo largo de sus años son muchas, pero Marisa se queda con algunas certezas; por ejemplo, que lo principal es hacer todo con gusto. “Si algo te apasiona, si le encuentras el ángulo que realmente te genera ilusión, entonces vas a perseguir y lo vas a dar todo por un objetivo”. Y así ella ha trabajado toda su vida y emprendido más de un negocio, como por ejemplo el exitoso restaurante café ‘La Bombonniere’, antigua pastelería limeña que ella frecuentaba con su padre, allá por los años cincuenta, y que reinauguró en los noventa, manteniendo su esencia clásica y elegante. “Muchas veces nos complicamos buscándole respuestas a las cosas, pero lo principal es empezar, el resto viene con tu esfuerzo”.
Finalmente, nos habla de la elegancia: “Ser elegante en Lima es como ser elegante en cualquier parte del mundo, la clave es saber respetar lo apropiado. Uno puede ser vanguardista, atrevido, moderno, clásico, en fin; pero yo pienso que hay algunos parámetros en la moda, en las costumbres, que hay que respetar siempre y que te mantienen vigente y apropiado siempre en cualquier lugar. Si de estética se trata, me defino como una mujer clásica en sus raíces, pero vanguardista en sus curiosidades”. Son las palabras de una mujer que ha producido en el mundo más felicidad y sonrisas en una sola vida que muchas generaciones juntas. (Teo Pinzás)